Los estilos parentales educativos
En relativamente pocos años hemos pasado por una transición en cuanto a la educación familiar y los estilos parentales educativos. Anteriormente, solían ser utilizados por la mayoría, modelos mucho más estrictos, pero ahora puede que quizá los más utilizados sean demasiado blandos. ¿Cómo hemos llegado de un extremo a otro? ¿Cuáles son esos estilos parentales y en qué se diferencian?
En los años 70, hubo una mujer llamada Diana Baumrind que estudió aspectos relevantes o dimensiones de la crianza: calidez y nutrición, estilo comunicativo, expectativas en cuanto a madurez y control y, por último, estrategias disciplinarias. Gracias a esto, encontró tres estilos parentales: permisivo, autoritario y democrático.
En 1983 Mccoby y Martin añadieron otro estilo más a los encontrados por Bamrind: el indiferente o negligente. Estos cuatro modelos han sido la base de otros muchos estudios, encontrando hallazgos de lo más interesante en cuanto a la educación y la relación tanto afectiva como psicológica con los padres.
Autoritario o militar
Este estilo es aplicado por madres y padres severos, que dan por hecho que sus hijos deben obedecer. Existencia de unas normas muy estrictas en la familia y si no son llevadas a cabo se debe aplicar un castigo. No suelen elogiar demasiado a sus hijos y no son extremadamente cariñosos, al contrario, más bien fríos. Este tipo de conductas pueden causar que los niños se vuelvan hostiles y/o agresivos con sus iguales. No dispondrán de herramientas sociales para establecer fácilmente relaciones. Además, no aprenderán a tomar decisiones por sí mismos ya que parece que hay un camino estipulado para ellos. Algunos estudios aseguran que este estilo educativo ayuda a conseguir un buen rendimiento académico, aunque el niño puede desarrollar escasas habilidades sociales. Además, este es el modelo más propicio a que se apliquen castigos severos o incluso violencia.
Permisivo o sobreprotector
Al principio puede parecer un estilo muy positivo ya que se trata de padres tolerantes y abiertos a suplir cualquier necesidad del niño. Pero la verdad es que todo pequeño necesita unos límites de referencia. Las madres y padres en este caso son poco firmes y no tienen control sobre las diferentes situaciones. Esto provoca inseguridad en los niños que pueden llegar a desarrollar una baja autoestima. Además, cuando sean adolescentes o adultos puede que no hagan caso a la autoridad o reglas sociales. También es normal que se conviertan en personas caprichosas, a las que se les ha de consentir cualquier cosa.
Democrático
Este es uno de los estilos parentales más equilibrados pues ayuda a que los niños sean más felices. Los padres y madres que lo aplican ponen límites, pero están abiertos a establecer un diálogo con sus hijos para llegar a acuerdos. Además, refuerzan a los más pequeños con cariño cuando hacen algo bien y reconocen sus logros. Aunque existen unas normas son más flexibles. Los niños criados con este tipo de educación suelen tener una mayor autoestima y confianza para aportar sus propias teorías u opiniones, siendo incluso más responsables.
Negligente o Indiferente
Este es uno de los peores estilos ya que los propios padres no se implican en la educación de sus hijos. Ni siquiera cuando son bebés. No brindan afecto o cuidados, simplemente se muestran ausentes e indiferentes. Esto tiene en los pequeños un impacto realmente negativo que derivará en problemas psicológicos. Les costará crear una relación de apego con cualquier persona o acatar cualquier tipo de disciplina.
Conclusiones
Diana Baumrind afirmó que el estilo parental autoritario llevado a cabo por padres y madres más controladores y poco afectuosos termina consiguiendo que los niños sean más desconfiados e infelices. Por otro lado, el permisivo es aplicado por aquellos que no ponen límites, pero son más afectuosos y cercanos, aunque lo que consiguen son pequeños más dependientes. Por último, Baumrind resumió a los padres con un estilo democrático como exigentes pero comunicativos, lo que ayuda a los niños a ser más felices y autosuficientes.
Lo más importante es que los padres eviten usar el castigo físico, gritar o insultar a sus hijos. Además, se debería enseñar a pedir disculpas y hacerlo con el ejemplo. Tener en cuenta que sobreproteger a los niños no es una ventaja, sino un inconveniente. Lo ideal es dejar que exploren, se caigan, se equivoquen y aprendan. También es importante que se les asignen tareas o responsabilidades acordes con la edad ya que les harán más autosuficientes y seguros de sí mismos. Por otro lado, no se debe olvidar el reconocimiento de algo cuando lo hayan hecho bien y nunca se han de comparar con otros niños como primos o hermanos. Y, por último, aceptar y asumir que los padres no pueden ser los amigos de sus hijos.
Dicho esto, nosotros creemos que los limites son importantes, pero escuchar y mostrar afecto también. Y vosotros, ¿qué opináis?